Santos, por entregas - LORENZO MADRIGAL 7 FEB 2016 - 9:00 PM vía El Espectador
Santos, por entregas
El presidente Santos, con su mejor sonrisa, en el clímax de su éxito personal, ha sorteado la fecha conmemorativa de los 15 años del Plan Colombia (20 para El Tiempo, en primera). Con sus invitados, que ocuparon dos aviones, se vio colmado el salón Este de la Casa Blanca y otro contiguo, donde, luego de los discursos, todos fueron felices y comieron viandas colombianas (aquí, de escaso glamour).
El presidente Santos, con su mejor sonrisa, en el clímax de su éxito personal, ha sorteado la fecha conmemorativa de los 15 años del Plan Colombia (20 para El Tiempo, en primera). Con sus invitados, que ocuparon dos aviones, se vio colmado el salón Este de la Casa Blanca y otro contiguo, donde, luego de los discursos, todos fueron felices y comieron viandas colombianas (aquí, de escaso glamour).
Por: Lorenzo Madrigal
Me sorprendió que, oyéndolo hablar en inglés, al parecer sin tropiezos y dirían conocedores que con elegancia británica (nueve años en Londres), le impusieran en el acto de la Casa Blanca una traducción simultánea ¡en inglés!, como si la asistencia, más que todo demócrata, y, bueno, los viajeros del ya famoso avión mermelada del caricaturista Matador, no pudieran entender lo que decía.
Allí se le vio, con todos los suyos, con los jóvenes Martín y Esteban, el recluta, familiarizándolos con la Casa Blanca, el salón oval, los retratos extraordinarios de los Kennedy (del pintor Aaron Shikler), el bronce de Martin Luther. Imagino que fueron paseados por las estancias que hoy controla doña Michelle, quien, por cierto, no fue vista en esta ceremonia de latinos.
Colombianos, para ninguna sorpresa, estaban todos. Increíble, estaba Íngrid Betancur, también Juan Pablo Montoya y otros notables de nuestro entorno; los ministros, por supuesto, el de Hacienda, Cárdenas, quien debió viajar apretado en la cola del avión (que es más segura). A todos los comprometió el presidente Santos para celebrar, no tanto el aniversario del Plan Colombia, sino la apoteosis del nuevo plan, que calculadamente hizo bautizar por Obama como “Paz Colombia”, dándole vuelta de torniquete al programa, de modo que pareciera la continuidad de la acción militar contra la guerrilla y el narcotráfico, pero que en realidad era el nacimiento de la nueva política transicional de paz y entrega de parte de las instituciones nacionales a los alzados en armas. Por ello, Uribe no iba a aceptar invitación alguna, pero tampoco el expresidente “dobleú” Bush. Ni se vio a Clinton.
La visita del día siguiente al despacho de John Kerry fue bastante menos afortunada para nuestros dignatarios. Tajante y seco, mirando desde la cueva de sus pobladas cejas, le ha dicho a nuestro presidente, todavía con la sonrisa en los labios: ¡Paz no hay! Y olvídese de llevarles a sus dialogantes la mancha de terroristas ya borrada de alguna página del Departamento de Estado.
Teniendo aún en la mente el rostro bondadoso de Barack y su figura inclinada, y, en contraste, los tenebrosos ojos azules de Kerry, debió llegar a casa el presidente Santos, soñando con el triunfo de lo que todavía no ha sido y para lo cual aún faltan unas últimas entregas de instituciones nacionales, que merecerán nuevos periplos, luces y resplandores, cuando se firme la paz. Aviones, muchos aviones.
Me sorprendió que, oyéndolo hablar en inglés, al parecer sin tropiezos y dirían conocedores que con elegancia británica (nueve años en Londres), le impusieran en el acto de la Casa Blanca una traducción simultánea ¡en inglés!, como si la asistencia, más que todo demócrata, y, bueno, los viajeros del ya famoso avión mermelada del caricaturista Matador, no pudieran entender lo que decía.
Allí se le vio, con todos los suyos, con los jóvenes Martín y Esteban, el recluta, familiarizándolos con la Casa Blanca, el salón oval, los retratos extraordinarios de los Kennedy (del pintor Aaron Shikler), el bronce de Martin Luther. Imagino que fueron paseados por las estancias que hoy controla doña Michelle, quien, por cierto, no fue vista en esta ceremonia de latinos.
Colombianos, para ninguna sorpresa, estaban todos. Increíble, estaba Íngrid Betancur, también Juan Pablo Montoya y otros notables de nuestro entorno; los ministros, por supuesto, el de Hacienda, Cárdenas, quien debió viajar apretado en la cola del avión (que es más segura). A todos los comprometió el presidente Santos para celebrar, no tanto el aniversario del Plan Colombia, sino la apoteosis del nuevo plan, que calculadamente hizo bautizar por Obama como “Paz Colombia”, dándole vuelta de torniquete al programa, de modo que pareciera la continuidad de la acción militar contra la guerrilla y el narcotráfico, pero que en realidad era el nacimiento de la nueva política transicional de paz y entrega de parte de las instituciones nacionales a los alzados en armas. Por ello, Uribe no iba a aceptar invitación alguna, pero tampoco el expresidente “dobleú” Bush. Ni se vio a Clinton.
La visita del día siguiente al despacho de John Kerry fue bastante menos afortunada para nuestros dignatarios. Tajante y seco, mirando desde la cueva de sus pobladas cejas, le ha dicho a nuestro presidente, todavía con la sonrisa en los labios: ¡Paz no hay! Y olvídese de llevarles a sus dialogantes la mancha de terroristas ya borrada de alguna página del Departamento de Estado.
Teniendo aún en la mente el rostro bondadoso de Barack y su figura inclinada, y, en contraste, los tenebrosos ojos azules de Kerry, debió llegar a casa el presidente Santos, soñando con el triunfo de lo que todavía no ha sido y para lo cual aún faltan unas últimas entregas de instituciones nacionales, que merecerán nuevos periplos, luces y resplandores, cuando se firme la paz. Aviones, muchos aviones.
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